LA VENTOSA, México (Reuters) - En este empobrecido poblado de tierras yermas en el sureste de México, donde sólo la maleza crece, nadie esperaba que el negocio viniera con el viento.
Las fuertes ráfagas agitan gigantes hélices blancas que han cambiado el paisaje y marcado una nueva vocación para la comunidad de La Ventosa, en el sureño estado de Oaxaca.
En este pueblo en el Istmo de Tehuantepec -la franja de tierra más estrecha del país entre el Océano Atlántico y el Pacífico- confluyen corrientes de viento, que con sus latigazos generan energía eólica, una alternativa que México impulsa para generar electricidad mientras cae su producción petrolera.
Con vientos promedio de 75 kilómetros por hora y rachas de hasta 200, los campos del istmo se van sembrando de aerogeneradores de 80 metros de alto.
La energía eólica hoy nada más genera un uno por ciento de la electricidad de México, pero el Gobierno quiere impulsar la construcción de más parques eólicos bajo un esquema de autoabastecimiento en el que puede invertir el sector privado.
Estos proyectos podrían ayudar al horizonte energético de México, sobre todo luego de que la producción de crudo -combustible con el que el país produce electricidad- se desplomó el año pasado a su menor nivel en 13 años por el envejecimiento del gigantesco yacimiento Cantarell.
La semana pasada, las españolas Acciona e Iberdrola arrancaron en Oaxaca los primeros parques eólicos privados en México para alimentar de energía a empresas como la cementera mexicana Cemex, despertando una nueva esperanza económica en la empobrecida región de Tehuantepec.
Los habitantes locales dicen que con esto todos ganan. Muchos apuestan a rentar sus tierras a las empresas energéticas y otros a trabajar en la construcción de los campos eólicos