domingo, 4 de octubre de 2009

Salina Cruz, vulnerable a coletazos de tsunamis


El Sol de México

Oaxaca. México.
Salina Cruz es una de las tres zonas de nuestro país más expuestas a un coletazo de tsunami oriental, pues aunque México no produce tsunamis a pesar de su abundancia de sismos, puede padecer este fenómeno marítimo que se originen en Japón o Chile, por ejemplo.

Este fenómeno podría tener en nuestro país un serio efecto debido a su densa población, a sus instalaciones portuarias, industriales y de almacenamiento de combustibles, principalmente en: Manzanillo, Lázaro Cárdenas y Salina Cruz.

También un corredor turístico de aproximadamente mil kilómetros de largo, que incluye Puerto Vallarta, Cuyutlán, Ixtapa-Zihuatanejo, Acapulco, Puerto Escondido, Puerto Ángel y Huatulc, advierte Salvador Fernando Farreras Sanz, investigador del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE).



Y como nuestra cadena de eventos destructivos comprende también los “tsunamis locales” de origen tectónico, este oceanógrafo considera que el sitio donde se generan es la Fosa Mesoamericana, que es la zona de subsidencia (hundimiento vertical) de la Placa de Cocos, bajo la Placa de Norteamérica adyacente a la costa occidental de los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.



Así, las eventuales zonas engendradoras de estos sucesos provocados por deslizamientos submarinos de sedimentos son, entre otras, las plataformas marinas adyacentes a las bocas de los deltas de los estuarios del Río Colorado (Baja California y Sonora), el Río Balsas (Michoacán y Guerrero) y el Río Tecomán (Colima).



Aclaró el especialista ante todo que, en caso de un tsunami, nunca se verá una ola gigante que rompe contra los edificios y casas, como suele creerse. “La realidad es que antes de la llegada de un tsunami, el mar se retira una extensión muy grande, pueden ser varios kilómetros, el agua se acumula mar adentro y se levanta para después avanzar como una cortina de agua”, precisó.



“Se forma una especie de pared de agua, no es una ola, es una pared de agua que puede presentar mucha espuma y turbulencia, y una vez que se ha retirado hacia atrás avanza hacia la playa a velocidades de hasta 40 kilómetros por hora, sin dar tiempo para huir. Si están en la playa y ven que el mar se retira de esa forma, traten de huir del lugar, no se queden a mirar cuándo va a llegar el agua, porque será demasiado tarde”, advirtió.



Una vez más planteó el riesgo. “Éste se entiende como la suma de la amenaza (sismos, huracanes y demás) y vulnerabilidad (factor humano)”, dijo. Por lo tanto, los desastres por fenómenos naturales no son desastres naturales, “son desastres sociales”, debido a que es el ser humano quien se expone a esos fenómenos. “No podemos impedir que ocurran los fenómenos naturales, pero sí podemos impedir los desastres naturales al estar preparados”, precisó en pro de una cultura de autoprotección.



También dio una sencilla explicación del porqué de los sismos y los tsunamis: La corteza terrestre está fracturada en varias piezas o placas que no se mueven al mismo tiempo, y cuando lo hacen se balancean unas contra otras.



El asunto es que México se encuentra entre dos placas grandes y dos pequeñas. “La placa del Pacifico se revela contra la placa de Norteamérica; la placa de Cocos se mueve hacia la de Norteamérica y la de Norteamérica hacia la de Cocos, y en el momento en que una de ellas se hunde por debajo de la otra, se originan los sismos. Son las placas de Cocos y de Norteamérica las que originan tensiones, sismos y tsunamis”.



No se detuvo ahí, sino que explicó que, por su parte, la placa del Golfo de California se desliza respecto a otra, sin estrellarse; movimiento diferente al que ocurre y afecta a la zona central de México, específicamente a los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.



Y faltaba más: La placa del Caribe también se mueve y origina tsunamis, lo cual queda asentado en “Todos@Cicese”, publicación del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada.



(De acuerdo con libros en la materia, la Placa del Caribe abarca una superficie de 3.2 millones de kilómetros cuadrados. Es tectónica e incluye una parte de América central, Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Colinda con la Placa Norteamericana, la Placa Sudamericana y la Placa de Cocos. En la zona del Caribe radican casi 40 millones de personas, por lo que el año pasado la ONU, a través de la UNESCO, dio a conocer que se establecerá un sistema de alerta temprana que será finalizado en el año 2010).



México, así como muchos países, se ubica en el cinturón o anillo de fuego del Pacífico. El investigador lo puntualiza: “Todas las costas del Pacífico son lugares en que una placa se estrella con otra, y por lo tanto, es frecuente la aparición de sismos con tsunamis, salvo algunas excepciones como la costa norte de Estados Unidos. Nosotros no tenemos zonas en que se estrellen las placas, lo que nos da una gran ventaja, porque no producimos tsunamis. Sin embargo, puede llegarnos la cola de tsunamis originados en otros sitios, por ejemplo Japón o Chile”.



Y he aquí que los tsunamis tienen la particularidad de viajar a una velocidad que depende de la profundidad que hay en el fondo del océano, inclusive existen mapas de tiempo o cartas-horas que indican cuánto tardará en llegar del lugar de origen a otro punto. En el caso de los tsunamis originados en Japón, dice, “siempre tardarán el mismo tiempo en llegar a México, porque la profundidad del océano no cambia, lo que permite a las poblaciones prepararse para su llegada”.



¿Cuáles serían las condiciones que deben existir para que llegue un tsunami? Esa es la pregunta que muchos legos se hacen. El exponente la responde, sin que se la digan: En la ocurrencia de un tsunami también intervienen otras condiciones: el sismo debe tener un epicentro o hipocentro en la superficie, a menos de 60 kilómetros de la corteza, debe ocurrir bajo el lecho marino y tener una magnitud mayor a 7.5 y tiene que haber una componente vertical.



Los sismos, agrega, también pueden producirse por deslizamiento de material que cae al mar produciendo ondas de agua o por deslizamientos que se producen bajo el agua.



Para el especialista, el objetivo fundamental de la investigación científica es proporcionar información para que la población pueda distinguir su vulnerabilidad ante los fenómenos naturales. En México se cuenta con mapas de inundación de los puertos mexicanos, libros y demás. La intención es formar una cultura de autoprotección entre la población para que sepa qué hacer y hacia dónde moverse, “porque cuando ocurre un tsunami no hay tiempo de decirles qué deben hacer. Ya no sirve de nada el trabajo científico si la población no está al tanto de esto”, termina.



Lograr esa cultura de prevención ha sido un objetivo que se aceleró mundialmente a raíz del tsunami en el Océano Indico. Tres años después, en 2007, el secretariado para una Estrategia Internacional de Reducción de Catástrofes (ISDR) de la ONU recordó el plan de acción adoptado por la comunidad internacional en 2004, para llevarse a cabo en 10 años, el cual prevé la puesta en marcha de sistemas de alerta temprana y educación a las comunidades sobre prevención de desastres.



Hace dos años, pues, el ISDR consideró que reducir las consecuencias de las catástrofes no tiene un precio muy elevado. Fundamentado en una investigación realizada en Estados Unidos, especificó que por un dólar invertido en la prevención, hay un ahorro de cuatro dólares en reparaciones.



El Día Internacional para la Reducción de los Desastres se celebrará mundialmente el segundo miércoles de octubre, es decir, el catorce de este mes y ¿México qué ha hecho?.